Nosotros, los aborígenes
Quizás tu sepas como yo, que los aborígenes somos los originarios de algún territorio del mundo, que lo habitábamos desde épocas más antiguas que otros pueblos y que nuestra presencia en el mismo ha sido lo suficientemente probada, prolongada y estable en el tiempo.
Existen algunos sinónimos más comúnmente conocidos y utilizados con que nos denominan a los aborígenes: los indígenas, los primitivos, los autóctonos, los naturales, los originarios, los oriundos y los vernáculos.
Es muy probable que estés enterado que a nosotros, a los pueblos aborígenes, no siempre nos respetaron en nuestros derechos más fundamentales como nuestra cultura, nuestro hogar y nuestra misma vida, habiendo sido sometidos frecuentemente a experiencias históricas trágicamente dolorosas, traumáticas e injustas.
Hace más de veinte siglos y en la Tierra de Israel, nuestro pueblo aborigen habitaba pacíficamente en los territorios de la Galilea, en las alturas del Golán, en el oasis de Beer Sheva, en lo que es hoy la Franja de Gaza, en la Samaria y fundamentalmente en la Judea y sus antiguas ciudades de Jerusalem, Shjem, Jericho, Hebrón, y Bethlehem. Nuestro pueblo ya era aborigen en estas tierras, eran los judíos.
Precisamente el término Judeo en castellano o Yehudi (יהודי) en hebreo, se refiere actualmente a nosotros, a los descendientes de aquellos aborígenes que poblaban desde hace 3.500 años esta legendaria región.
Fueron épocas de mucho desorden y perturbación, tiempos en que nuestros antepasados judíos que de por si era gente muy libre y rebelde cuando se les quería imponer yugos externos, se sublevaron valientemente contra las sucesivas dominaciones de los imperios de turno: Babilonia, Asiria, Persia, Grecia y Roma.
Entre los años 132 al 135 de la era común, nuestros antepasados los judíos, se rebelaron masivamente contra la opresión del Imperio Romano y del emperador Adriano, el detonante fue cuando anunció su plan de construir dos gigantescas estatuas en lugar del Templo: la de Júpiter y la de el mismo (objetivo que cumplió ampliamente con posterioridad).
Esta dramática historia concluyó trágicamente con la destrucción de la ciudad de Jerusalem y su sagrado Templo, el genocidio de entre 500.000 y 1.000.000 de nuestros hermanos judíos, una gran parte de la población fue esclavizada y exiliada y la religión judía prohibida.
Le cambiaron el nombre a Jerusalén que pasó a llamarse Aelia Capitolina y a la Judea se la denominó Siria Palestina.
Nos prohibieron a los judíos vivir en Aelia Capitolina e hicieron todo lo posible para evitarnos completamente la práctica de nuestra religión. Con las expulsiones y persecuciones masivas los judíos terminamos exiliados en todos los confines del Medio Oriente, de Europa y de África.
Estarás enterado por los periódicos y noticieros de actualidad, que esta región es hoy altamente conflictiva pues es reclamada para sí y junto a toda la Tierra de Israel, por una nueva entidad no aborigen, sin antecedentes históricos comprobables y creada artificialmente desde tiempos muy, pero muy recientes por el mundo árabe y la comunidad internacional, esa entidad fue llamada Palestina.
Sus habitantes son producto en su gran mayoría de las últimas inmigraciones desde Siria, Líbano, Jordania, Irak y Egipto, que llegaron atraídos por las nuevas fuentes de trabajo y sustento creadas por los primeros pioneros sionistas que dieron vida al gran sueño de Theodor Herzl.
Nosotros los aborígenes judíos, no arribamos de ningún planeta lejano, no le robamos la tierra a ningún hipotético pueblo palestino, no somos el invento de algunas mentes trasnochadas, no cometemos genocidios, no discriminamos a las personas por ser diferentes, ni practicamos el apartheid y la xenofobia con nadie.
Hemos retornado luego de 2000 años al mismo territorio de nuestros antecesores.
Creemos en los mismos valores de nuestros antepasados desde hace miles de años.
Recibimos las mismas enseñanzas de Paz y de Justicia de nuestros profetas de todas las épocas.
Nos comunicamos con el mismo lenguaje hebreo que hablaban nuestros patriarcas y nuestras matriarcas.
Nuestro mismo corazón sigue latiendo entre los antiguos muros y las estrechas callejuelas de nuestra amada ciudad de Jerusalem.
Nos seguimos llamando con los mismos nombres de entonces: los hebreos, los judíos, el Pueblo de Israel.
Nosotros los judíos seguimos siendo los mismos aborígenes de antes, de ahora, de siempre y para siempre en nuestra amada, eterna y aborigen Tierra de Israel.
Dr. Guido Maisuls
Buenos Aires, Argentina.
“En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario” George Orwell.
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