
_Parshat Behaalotja_
*¿Por qué nos quejamos? ¿Para qué nos quejamos?*
Les propongo un reto, no quejarse durante 24hs poner el reloj en marcha y hacer la prueba.
El judío tiene fama de “kvetcher” quejoso, el humor judío se llena de suspiros de idishe Mames, insatisfechas con sus hijos y con la vida. La Torá, particularmente el libro Bamidbar está lleno de reclamos, lamentos y rebeliones.
Queremos carne, tenemos sed, hace frío, hace calor, no nos gusta el líder que tenemos, no nos gusta la tierra, queremos trabajar menos. Cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia.(?)
Este último año y medio el “Quejometro” subió y muchas veces con razón, no está fácil la cosa.
Hay dos tipos de queja: la melancólica “Todo es un desastre”, “Es un país inviable” “Que loco está el mundo” “Alguien debería hacerse cargo de la pobreza”, como un tango, nostálgico y lamentable.
A favor de los reclamos, podríamos decir que son el disparador de algo que está mal, es la expresión del dolor y la desgracia, *son muy necesarios* por que sin ellos podríamos padecer y sufrir sin capacidad de darnos cuenta de lo que hay que cambiar.
Pero ahí está la clave, no es fingir que todo está bien, sin embargo, solamente tirarse abajo, sin intentar una búsqueda de mejorar es contraproducente, es tóxico.
El pueblo judío se quejaba al principio de su travesía en el desierto y consiguió importantes cambios: pan del cielo, agua de un pozo móvil, un segundo Pesaj. El problema es cuando empezaron a quejarse por deporte. Sin propuestas.
Podemos ver que cada vez hay más gente viviendo en la calle e indignarnos. *¿Pero, estoy haciendo algo para cambiarlo?* ¿Quién es responsable por los pobres? ¿El estado, las empresas, los ricos? Todos somos responsables, eso es Tzedaká, un individuo se hace responsable por otro.
Incluso si necesitas descargar la bronca, hablar con alguien, hacelo, pero con un sentido terapéutico, a conciencia que entender lo que está mal es el camino a resolverlo. Reflexionar para tomar impulso.
El humor judío fue una descarga, un alivio para el sufrimiento, pero la Idishe mame nunca dejó de cocinar, ni de educar, ni de ocuparse.
Shabat Shalom
Iosi Levy