
La comunidad judía recibirá este lunes la festividad de Sucot
Luego de la celebración de Rosh Hashaná y de Iom Kipur, Sucot es la festividad en la que se honra el camino que recorrieron nuestros antepasados por el desierto, tras la salida de Egipto.
Para destacar el significado de esta fiesta que se extiende del lunes 6 al lunes 13 de octubre, el Gran Rabino de AMIA, Eliahu Hamra, compartió una reflexión sobre cómo estos días sagrados evocan la conexión con la Naturaleza y una mirada universal en favor del bien común.
La dimensión universal de Sucot
Por Eliahu Hamra, Gran Rabino de AMIA
Sucot es la tercera de las tres festividades de peregrinación —Pésaj, Shavuot y Sucot— que conmemoran eventos históricos clave en el nacimiento del pueblo de Israel. Pésaj recuerda la salida de Egipto; Shavuot la entrega de la Torá, y Sucot nos recuerdan los años de travesía por el desierto.
Sin embargo, Sucot tiene un aspecto adicional. Más allá del mandato de habitar, comer y beber en la Sucá (cabaña) para sentir nuestra condición transitoria en el mundo, tal como lo hicieron nuestros antepasados, en Sucot también estamos ordenados a tomar los Cuatro Especies: lulav, etrog, hadás y aravá.
Con este acto expresamos nuestra conexión con la naturaleza, ya que ésta es la única mitzvá (precepto) que se cumple con elementos naturales sin procesar. En esta festividad también se lee el libro de Kohelet (Eclesiastés), que reflexiona sobre la moral y la esencia humana. Y al finalizar la festividad, en Sheminí Atzeret, rezamos por la lluvia y celebramos la Torá.
La mitzvá de las Cuatro Especies nos ordena tomar y agitar el Etrog (cidro), el Lulav (rama de palmera), el Hadás (mirto) y la Aravá (sauce), especies que se caracterizan por “crecer junto al agua”, simbolizando la abundancia de este elemento vital y nuestra dependencia de él. Como dice el Talmud (Taanit 2b): “Estas cuatro especies no vienen sino para pedir por el agua… así como estas especies no pueden vivir sin agua, así tampoco el mundo puede sin agua”; y su toma es lo que nos hace merecedores del descenso de la lluvia.
La mitzvá de las Cuatro Especies está ligada a la naturaleza y a la súplica por las lluvias, con una mirada universal en favor del bien de todo el universo. Esto se realiza precisamente en esta época del año porque es el tiempo de la cosecha en la tierra de Israel.
Es asombroso cuánto simbolizan las Cuatro Especies la bendición del agua: las ramas de palmera representan la abundancia de agua en los lugares más áridos, recordando al observador que incluso los valles y oasis reciben agua. La aravá expresa lo opuesto: la riqueza de los ríos y manantiales, evocando el paisaje donde es más común —las riberas de los cursos de agua—. El hadás, con su frondosidad, manifiesta de forma palpable la intensidad del verdor. Y el etrog, el fruto que requiere más agua para crecer que otros frutos que crecen en Israel, completa la imagen.
La dimensión universal de Sucot se expresa también en que, en tiempos del Gran Templo, se vertía agua en su altar frente a Di-s —pues en esta festividad se define el veredicto sobre el agua para el nuevo ciclo anual que recién comienza— y se ofrecían setenta ofrendas, sacrificios que representaban, según nuestros sabios, a las setenta naciones del mundo.
Sucot se enfoca, por un lado, en un elemento que compone la identidad del pueblo de Israel: un pueblo que nació y vivió en un mundo transitorio, en medio de un desierto, sostenido por la fe en el Creador, y guiado desde su origen por una protección espiritual especial. Pero también presenta una visión y una labor hacia todo el mundo, en favor de toda la humanidad sin distinción de origen, religión o género.
En Sucot reafirmamos que Hashem no sólo guía al pueblo de Israel en particular, sino que también es el Di-s de la naturaleza y de todas las criaturas en general. Él es el creador de las leyes naturales, además de ser el legislador de las leyes éticas y religiosas.
En esta festividad recordamos la fragilidad histórica de nuestro pueblo: durante cuarenta años el pueblo de Israel vivió sin casas permanentes, desplazándose y acampando. Estaban en la intemperie, en tierra de nadie, en un lugar donde no se sabía qué esperar ni qué peligros podían surgir. El pueblo nunca podía prever qué calamidad lo acecharía ni cómo Hashem lo protegería. Él condujo a nuestros antepasados por el desierto para que nunca olvidemos que solo pudieron entrar a la tierra prometida superando dificultades y obstáculos. “En cabañas hice habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto”.
El pueblo de Israel lleva consigo la memoria de un viaje por el desierto, sin casas que los resguardaran. Un pueblo cuya fuerza espiritual supera cualquier proporción respecto a su número, un pueblo destinado por su esencia a asumir responsabilidad, aportar, transformar la vida de otros para bien -tal como lo expresamos con nuestros preceptos y plegarias en estas fiestas-, e infundir la presencia divina en el mundo, en pos del bien común.
Justamente Sucot simboliza nuestra fuerza espiritual y nuestro anhelo de expandir esta santidad al mundo entero. No en vano el profeta Zacarías (14:16,21) profetizó que llegará el día en que todas las naciones del mundo serán convocadas a celebrar esta festividad en Jerusalén.
Así, el pueblo de Israel, pequeño en número pero vasto en espíritu, transmite un mensaje que no pertenece solo a sí mismo, sino a toda la humanidad: que la presencia divina puede habitar en cada rincón del mundo cuando se vive con fe, responsabilidad y amor por todos los seres creados.
Mi mensaje como Rabino de AMIA para toda la comunidad es que sepamos la misión universal que tiene el pueblo judío: asumir responsabilidad más allá de uno mismo, actuar con justicia incluso cuando nadie mira, y contribuir al bien de toda la humanidad.