“Hemos transcurridos días dolorosos, en los que hemos asistido a las imágenes más cruentas, horrorosas e inhumanas del terror, las palabras parecen quedar limitadas para poder describir la barbarie que el grupo Hamas desplegó sobre Israel.
Se trató de un ataque demencial, animal, sin precedentes. Perpetrado por verdaderos animales. Una escalada de sangre y muerte que nos provocó una herida demasiado profunda.
El nivel de odio y crueldad es incomprensible. Inadmisible. Pero no solo en estos días debimos enfrentarnos a la cara más nefasta del terrorismo y su proceder asesino, sino que -atónitos- debimos escuchar en nuestro propio país a extremistas que no solo no condenan al terrorismo, sino que intentan esgrimir alguna justificación.
Hemos escuchado por ejemplo con desagrado como en el debate presidencial la candidata Myriam Bregman ha intentado justificar el accionar de las bestias, utilizando el dolor causado estos días con fines electorales demagógicos. Son impresentables y canallas, disfrazados de un falso progresismo, muestran su odio más profundo.
¿Cómo permanecer callado o justificar la barbarie? ¿Quiénes pueden no ser sensibles al escenario de terror que sembraron los asesinos? ¿Quiénes puedes quedarse callados ante los centenares de civiles masacrados? ¿Quiénes pueden defender a un grupo terroristas que ultraja mujeres? ¿Qué quema casas con gente adentro? ¿Quiénes pueden justificar la exhibición de cadáveres como trofeos? ¿Quiénes encuentran una lógica razonable a mantener niños y ancianos en cautiverio? ¿Quién puede no condenar una barbarie como ésta?
Cuando se trata del respeto por la vida, no hay espacio para la duda o la especulación. Ante el terrorismo no hay silencio o neutralidad que se justifique.
Detrás de la barbarie de los ataques en Israel estas últimas horas, se encuentra Irán. Los mismos que perpetraron los dos atentados terroristas en suelo argentino: el ataque contra la sede de la embajada de Israel en la Argentina, el 17 de marzo de 1992, y la voladura de la AMIA, el 18 de julio de 1994. Dos masacres impunes, por las que aún seguimos exigiendo Justicia.
Casi 30 años pasaron desde el ataque a nuestra institución y reina la impunidad. 30 años y no hay ni un solo responsable por esta atrocidad. No nos vamos a cansar de pedir Justicia.
No nos confundamos el Hamas, así como todos los grupos terroristas, no son enemigos solamente del pueblo judío o del Estado de Israel, son enemigos acérrimos de todos los países y pueblos que aman la democracia, el respeto a los derechos humanos, la libertad de expresión, los derechos de las minorías, y las libertades religiosas. Son enemigos de la vida. Son enemigos de la paz.
Debemos responder al odio acuñando nuestras tradiciones milenarias. Junto a las malas noticias, estos días también, hemos escuchado algunas noticias alentadoras desde Israel. Hoy me emocionó mucho escuchar, por ejemplo, la solidaridad de toda la ciudadanía israelí, la ayuda mutua, sin importar quien la necesita, sin importar edad, u orientación política. Se vivió un clima de ayuda y unidad que resulta admirable.
También me conmovió mucho ver, esta mañana, como en casi todas las escuelas se juntaron jóvenes para realizar plegarias matutinas pidiendo por la paz en Israel, por la pronta recuperación de los heridos y la inmediata liberación de los rehenes.
Acabamos de terminar la festividad de Sucot. En Sucot levantamos cuatro especies: El fruto de un árbol llamado “Etrog”, las ramas de palmeras conocidas como “Lulav”, las ramas de árboles frondosos llamado “Hadas”, y los sauces de río, especie conocida con el nombre de “Arabá”. Tienen una particularidad, las tomamos todas juntas, y las levantamos. Son distintas. Algunas tienen gusto, algunas tienen aroma, algunas tienen aroma pero no gusto, otras cuentan con estas dos características y otras carecen de las dos. Pero solo se pueden elevar juntas. Representan en algún sentido el pueblo de Israel. Somos distintos, de hecho vemos aquí mucha gente distinta, pero para elevarnos tenemos que estar juntos, tenemos que estar siempre unidos.
Debemos aclarar, y dejar bien en claro a estos asesinos, que nuestra relación con la tierra de Israel, nuestro amor hacia ella, no se altera en lo más mínimo por su accionar. Al contrario, se incrementa día a día. El amor es eterno.
Quiero terminar con una historia muy conmovedora, que me emociona mucho porque resalta con claridad este pensamiento de nuestro afecto hacia la tierra de Israel.
El Rab Nir Lav, rabino principal de Israel del pasado, fue deportado al campo de concentración Buchenwald. En su biografía, el Rab cuenta que la guerra ya estaba terminando. Él y su hermano Naftali estaban en el mismo campo de concentración. A Naftali lo estaban por enviar a otro sitio, no sabían a dónde. No renunció Naftali a despedirse de su hermano, fue a la barraca donde se encontraba para saludarlo a pesar de la cantidad de oficiales que había presentes y que ello implicaría arriesgar su propia vida.
Llegó a la parte trasera de la barraca, donde los oficiales de la SS no lo veían, y con la poca fuerza que le quedaba en su voz, lo llamó a su hermano y le dijo “vení, vení un segundo”. Pudieron hablar solamente unos segundos, quizás un minuto, no más.
El Rab Nir Lav cuenta que nunca olvidaría cada palabra que le dijo: “Nir me van a llevar, no sé a dónde y no sé si nos volveremos a ver alguna vez. Vos sos un nene grande, en dos meses vas a tener 8 años, no te puedo mentir, no veo muchas posibilidades de salvarme de este infierno. A papá se lo llevaron y no sabemos absolutamente nada de mamá. Ahora me llevan a mí, y vos te quedas solito”.
“Pero quiero antes de despedirnos, que nunca te olvides de algo, por favor escúchame. Quiero que repitas dos palabras que te voy a decir ahora, escuchá bien, repetilas y no te las olvides nunca: Eretz Israel. Hay un lugar en el mundo que se llama Eretz Israel. De ahí nos expulsaron y ahí volveremos. Repetí conmigo y nunca te olvides de estas dos palabras”.
Nunca nadie nos va a borrar ese amor que nos une con esa tierra. No lograrán que la vida judía desaparezca. No lograrán que bajemos los brazos. No lograrán que nuestras fuerzas disminuyan. Muchas veces hay querido eliminarnos, hemos sobrevivido a la inquisición, a los pogroms, a la Shoá, y con la ayuda de Dios, también sobreviviremos a este golpe.
Gracias a todos por estar hoy presentes. Am Israel Jai”