Confesiones sobre mi identidad – Teudat Zehut

Confesiones sobre mi identidad
Documento de Identidad Teudat Zehut תעודת זהות

Hace un tiempo me decía Steve Jobs ”Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto”

Y entonces me di cuenta que el fundamento de mi identidad es cómo me veo yo mismo y no como los demás me perciban, me amen, me acepten, me odien o me rechacen.

Mientras tanto me explicaba Jorge Luis Borges que “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”

Por eso reconozco que los enemigos de mi identidad no tienen que ver con el mundo externo sino con mis demonios internos.

Aunque nunca experimenté una amenaza real para mi identidad judía pues esta siempre fue clara, concisa y natural pero, ¿por dónde pasa mi identidad judía?

Siempre me he visto como parte de ese pueblo Hebreo saliendo de Egipto ese 15 de Nisán del 2448 o año 1313 antes de la Era Común, que experimentaba un gran dilema aguardando con gran temor a orillas del mar, sin saber qué hacer. Si entraban al mar podían ahogarse, si luchaban contra el ejército del Faraón podrían perecer en el combate y si volvían a Egipto deberían continuar en la esclavitud.

De pronto y con gran determinación, irrumpió Najshon, hijo de Aminadav, de la tribu de Iehuda e introdujo un pie en el mar pero este no se abrió, se sumergió hasta su cintura y luego hasta su pecho y el mar lo seguía cubriendo, cuando las aguas alcanzaron su nariz y ya no podía respirar… el mar se abrió y el pueblo con gran regocijo comenzó a cruzar por el sólido y seco lecho rumbo hacia la Libertad.

Siempre me he percibido en el Búnker de la calle Mila 18, Varsovia ese lunes 19 de abril de 1943 cuando Mordejai Anilevich lanza desde su búnker de la calle Mila 18, el levantamiento del Gueto de Varsovia para detener a las huestes nazis que comenzaban la segunda deportación masiva de judíos hacia los campos de la muerte, con poco más de doscientos combatientes judíos muy pobremente armados pero con la firme determinación de luchar contra la exterminación masiva y por la entonces utópica libertad de su pueblo.

Aprendí de mis mayores que en la vida hay que ser un hombre derecho y valiente, que hay que ponerle el pecho a la vida pero también hay que estudiar una carrera, aprender un oficio y ser un idishe mench.

A veces me he sentido como ese pueblo errante que ha sido obligado a dispersarse, a vagar interminablemente por todos los confines del planeta, rechazado y humillado, sin derechos a retornar a su mundo original.

Algunas veces me he asumido como Teseo, quien en su desafío de vencer al Minotauro y salir ileso del peligro solo contaba con la ayuda del ovillo de hilo de su amada Ariadna para hallar el camino de salida del sombrío Laberinto.

¿Entonces por donde pasa mi identidad judía?

Otras veces he sido como el legendario y eterno judío errante, que solo desea poder descansar algún día en su Tierra Prometida tan distante.

Otras como nuestro bendecido patriarca Jacob, a quien sus hijos llevaron de muy anciano a Egipto para después retornar con el próximo éxodo a su amada Tierra.

Pero también soy un sueño, soy un azar, soy un destino, cuando no sé hacía donde ir y me encuentro perdido, temo no poder encontrar mi verdadero camino.

Me incomoda la posibilidad de transcurrir mi identidad como un prisionero de extraños y sombríos conjuros que opaquen la verdadera alegría de vivirla como una bendición, como el orgullo de ser.

Mi identidad judía no se construyó desde la eterna y persistente existencia del antisemitismo, pues me rechaza la idea de ser la eterna víctima histórica. Opino como Jean-Paul Sartre que el judío auténtico se auto elije a sí mismo judío y no se identifica en la caricatura grotesca que el antisemita pretende mostrarle, ya que no se avergüenza ni tiene motivo alguno para avergonzarse de su propia esencia.

Mi identidad judía no se origina del trauma del Holocausto pues me exaspera la posibilidad de quedar atrapado definitivamente en la inevitable maldad del ser humano.

Mi identidad judía no proviene del miedo a la asimilación porque no aceptó la desagradable fantasía de ser irremediablemente una especie en extinción como lo fueron los Tyrannosaurus rex o los mamuts.

Creo que ser un judío hoy, es una opción de vida, es ser un irremediable rebelde que nada eternamente contra la corriente del conformismo, de la mediocridad, de la corrupción y de la maldad de los hombres.

Es oponerme activamente a las injusticias que percibimos en nuestra rutina cotidiana, es trabajar incansablemente desde mis imperfecciones y debilidades para ser una luz entre las naciones, es atreverme desde mis humildes lugares a hacer de este mundo un lugar realmente digno de ser vivido.

Hoy me siento orgulloso de ser un judío, de pertenecer al ancestral pueblo judío y de ser por mi propia elección parte de ese pueblo judío.

Confieso que mi identidad pasa por esa plegaria fundamental del judaísmo, la esencia de la fe monoteísta, la piedra angular de la Torá: “Oye, Israel, el señor es nuestro Dios, el señor es Uno” (שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, ה’ אֱלֹהֵינוּ, ה’ אֶחָד; Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad Deuteronomio 6:4).

Guido Maisuls
Servicio judío de opinión e investigación periodística
www.identidades.com.ar

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Comentarios de: “Confesiones sobre mi identidad – Teudat Zehut”

  1. Guido que lindo , haber podido definir , con todo tu hermoso recuerdo de nuestros antepasados, me definiste , tus palabras me llegaron como una nueva historia pero es la nuestra es la que estoy orgullosa a la cual pertenesco a la que sufri leyendo y llorando De Mila 18 pesar de tantas cosas de esta vida, Gracias Guido .

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